Cerrado el acuerdo con el Milan por el que Alessio Cerci jugaría cedido en la entidad lombarda hasta junio de 2016, la vuelta de Fernando Torres al Atlético de Madrid es la historia de un regreso con una fuerte carga emocional por lo que supusieron en su día su aparición, su consagración y también su salida. Siete años y medio después de su marcha al Liverpool, tras pasar por el Chelsea, y tras esta última y breve cesión al Milan, el canterano volverá al Atlético, donde siempre confesó que retornaría. Jugador y club han hecho un esfuerzo en el apartado económico para que sus caminos vuelvan a cruzarse. La operación solo podría truncarse si Cerci, pretendido por el Inter, se negara a jugar en el Milan. Adriano Galliani, director general del club italiano, dio por cerrado el miércoles por la noche el acuerdo que incluye al exjugador del Torino. Entre hoy y mañana se rematarán los últimos flecos.
Cuenta con el viento a favor de su calado entre el sentir de la grada y el empeño que ha puesto Simeone para que regrese tras el intento fallido de este verano. El rol que desempeñará ya se lo ha transmitido el cuerpo técnico. Ante la presencia de Mandzukic, El Niño será un futbolista importante, pero no en todos los partidos. Mandzukic ha cambiado el estilo ofensivo del equipo, más ambicioso en términos de jugar en campo contrario y tener una mayor posesión de balón, pero Simeone quiere más alternativas ofensivas. Con el delantero croata, cuando el Atlético se repliega para defender en campo propio no tiene un futbolista que lo estire jugando en largo. Que Torres regrese, no significa solo una vuelta al pasado para él, también lo es para el estilo del equipo.
Torres emergió con el Atlético penando en Segunda División. Debutó en el Calderón ante el Leganés el 27 de mayo de 2001. Fue Luis Aragonés el que le dio la alternativa y se preocupó de pulirle los controles en carrera y la definición. Ante las turbulencias financieras y deportivas que azotaban a la entidad, la grada adoptó al Niño como un símbolo y un cimiento de esperanza sobre el que sostenerse en esos días tan oscuros en la historia del club. Con apenas 17 años y el rostro moteado de pecas que resaltaban sus aires de juvenil, tuvo que soportar desde el primer minuto la presión de ser la bandera del Atlético. La hinchada le reconoció desde el primer día como uno de los suyos y lo esgrimió como motivo de orgullo: colchonero hasta el tuétano y con una dimensión internacional fuera de toda duda. La temporada siguiente a su debut, el Atlético regresó a Primera. Cuatro cursos sin obtener la clasificación para la Champions y una jugosa oferta del Liverpool, de 35 millones de euros, propiciaron su marcha tras marcar 91 goles en 244 partidos. Torres quería volar más alto y el club necesitaba el dinero. Fuera de España se consagró como internacional con la conquista de dos Eurocopas y el Mundial de 2010.
En su periplo por Inglaterra, Torres marcó 81 goles en 141 partidos con el Liverpool, pero no conquistó ningún título con los reds. En el mercado invernal de 2011 se fue al Chelsea por 59 millones de euros, el traspaso más caro de la historia entre clubes de la Premier. Con los blues disputó 172 encuentros, marcó 45 tantos y conquistó la Champions y la Copa inglesa. Ya campeón de Europa y del mundo con España, ni bajo la dirección de Villas Boas, ni bajo las de Di Matteo y Mourinho, Torres logró afianzarse en Stamford Bridge. Su breve paso por el Milan también respondía a un viejo anhelo, por la admiración que siempre le despertaron Van Basten y el club rossonero. Desde allí, condenado al ostracismo por el técnico Inzaghi, ha encontrado el puente definitivo para culminar un regreso muy esperado.
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