¿Ha imaginado un edificio con paredes que se mueven en función de las necesidades de sus habitantes? La evolución del espacio va acompañada de contraprestaciones económicas. A los pensionistas, por ejemplo, les puede resultar ventajoso vender al vecino de al lado habitaciones de una casa demasiado grande, y cara de mantener. O segregarla en dos para alquilar o vender. En países como Japón y Holanda ya se hace y empresas pioneras españolas están en ello. La utilización del espacio de las viviendas de forma flexible se llama open building.
El grupo constructor ACR está a punto de empezar un edificio de pisos flexibles en Zizur Mayor, un pueblo a cinco kilómetros de Pamplona. Son diez viviendas de protección oficial que tendrán de uno a tres dormitorios. “Los dueños de cada vivienda lo irán definiendo a lo largo de la vida útil del edificio según sus necesidades. Hemos diseñado módulos con patinillos de instalaciones, preparados para acoger un baño y cocina. Dos módulos componen una vivienda de un dormitorio, y cada módulo es una habitación más. Los vecinos pueden venderse módulos entre sí, o segregar algunos de ellos para hacer una vivienda nueva. La obra para hacerlo es limpia y apenas dura unos días”, cuenta Íñigo Díaz de Cerio, director técnico de Promoción Inmobiliaria en ACR Grupo. La casa que han ideado es una especie de gigantesco mecano de módulos hechos en fábrica.
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